La llamada de Dios es una llamada de amor. Es una llamada desde el amor para amar. Por eso tantas
veces cuando miro la realidad me recuerda a Dios y se aviva en mí la llama que El ha encendido. Porque el
amor que Dios pone en mi corazón se concreta en las personas a las que veo. Las que conozco, las que me
cruzo por la calle y las que veo en los periódicos. Esas personas son la propuesta de Dios. Por eso cuando
las veo sufrir me conmuevo. Cuando veo sus necesidades me pongo en marcha. Porque el Dios prendido
en mi corazón lo único que desea es estar junto a ellas amándolas.
¿A qué me invita Dios en mi vida? ¿En qué personas se concreta? ¿En el trabajo, en la familia, en los
necesitados...?
Al ver a la gente, sintió compasión de ellos, porque estaban cansados y abatidos como ovejas sin pastor. Entonces dijo
a sus discípulos:
- La mies es abundante, pero los obreros pocos. Rogad por tanto al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.
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