DIOS ME LLAMA

Dios me llama Sentir la llamada de Dios no es algo reservado a los santos, a los religiosos o para unos pocos privilegiados. Todas las mujeres y hombres somos igual de preciosos a los ojos de Dios. Para todos nosotros tiene una palabra personal. Cada uno según sus capacidades y circunstancias. Cada uno de nosotros formamos parte de su plan de salvación y continuamente nos invita a participar de él. 

Antes de formarte en el vientre te conocí; antes que salieras del seno te consagré, te constituí profeta de las naciones. Yo dije: ¡Ah Señor, mira que no se hablar, pues soy un niño! Y el Señor me respondió: No digas: “Soy un niño”, porque irás adonde yo te envíe y dirás todo lo que yo te ordene. No les tengas miedo, pues yo estoy contigo para librarte, oráculo del Señor (Jr 1,5-8) 


Dios me llama Cuando miro hacia atrás en mi vida, me gusta contemplar cómo Dios se ha hecho tantas veces presente en ella. Tantas gentes en las que le reconozco, tantas decisiones que me han ido acercando a El, tantas celebraciones en las que le sentí a mi lado, tanto tiempo a solas en la oración, El cuidándome y yo sintiéndome querido... Hoy estoy aquí gracias a Ti, Señor. Gracias a todas esas cosas y personas que has ido poniendo en mi camino. A todo eso que me ha ido ayudando a tomar decisiones que me acercan a Ti. No siempre fáciles. Con fallos y tropiezos. Pero siempre con el deseo de seguir caminando hacia Ti. Queriendo que mis deseos me acerquen a tu proyecto en mi vida. 


DIOS NOS AMA




La llamada de Dios es una llamada de amor. Es una llamada desde el amor para amar. Por eso tantas veces cuando miro la realidad me recuerda a Dios y se aviva en mí la llama que El ha encendido. Porque el amor que Dios pone en mi corazón se concreta en las personas a las que veo. Las que conozco, las que me cruzo por la calle y las que veo en los periódicos. Esas personas son la propuesta de Dios. Por eso cuando las veo sufrir me conmuevo. Cuando veo sus necesidades me pongo en marcha. Porque el Dios prendido en mi corazón lo único que desea es estar junto a ellas amándolas. 

¿A qué me invita Dios en mi vida? ¿En qué personas se concreta? ¿En el trabajo, en la familia, en los necesitados...? 

Al ver a la gente, sintió compasión de ellos, porque estaban cansados y abatidos como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: - La mies es abundante, pero los obreros pocos. Rogad por tanto al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.

DIOS ES LLAMA



Dios es llama Dios prende en nuestro corazón en cuanto le damos algo de espacio en nuestra vida. Sentirme llamado y acompañado por Dios enciende en mí una llama que nunca se extingue. Van brotando en mí deseos de tener una relación más cercana con El. Hay palabras del evangelio, de las homilías, en la oración...que parecen dichas para mí. Que me llenan de luz y deseo por dentro. A veces hasta me asusta pensar que todo esto es demasiado exigente para mí. Me muevo entre los deseos, la alegría, el miedo y la ilusión. Sin duda esa es la llama de Dios. Que ilumina mi vida y las pequeñas decisiones que me van acercando a El. Dedica un tiempo a dar gracias a Dios por esa llama, o a pedirle el poder recibirla, o a pedirle que ponga en tu corazón el deseo de sentir dentro de ti esa llama.

Taller de oración: Etapas de un Encuentro

Taller de oración: Etapas de un Encuentro: (Basado en Javier Melloni, sj. EIDES nº 30 Itinerario hacia una vida en Dios ) La oración no es sólo un tiempo, ni sólo una actividad,...

La oración no es sólo un tiempo, ni sólo una actividad, sino un estado de comunión. Toda comunión supone un “yo” y un “tú”. Ahora bien, cuanto más ahondamos en nuestro “yo”, más nos adentramos en el “Tú” de Dios, hasta convertirnos en Uno. No es un itinerario único ni marcado por igual para todos, pero en general sí podemos distinguir tres etapas en la vida de oración:

1.- En la necesidad, el centro de gravedad es mi yo, mis exigencias, mis maneras limitadas de ver y de interpretar las presencias y ausencias de Dios... Aquí la oración casi siempre es de petición.

2.- En el deseo, el centro empieza a desplazarse hacia el Tú de Dios, y estoy más atento a lo que se me dice que a lo que yo quiero decir. Para percibir los matices de este desplazamiento, es ilustrativa la distinción que hace Teresa de Jesús entre "contentamientos" y "gustos". “Los contentamientos me parece que son aquellos que adquirimos con nuestra meditación y peticiones a nuestro Señor, y proceden de nuestra naturaleza” (Cuartas Moradas, 1,4). Es decir, se trata de una satisfacción que todavía se refiere a uno mismo. “Empiezan de nuestro propio natural, si bien acaban en Dios” (íbid.). Los “gustos”, en cambio, son don de Dios y no pueden ser provocados: “Todo nuestro interior se dilata y se engranda, y no se puede expresar todo el bien que resulta de ello” (4M 2,6). El yo va despojándose cada vez más de sí mismo para llegar a otra Orilla: el Silencio.

3.- En el silencioya no hay “yo” ni “tú”, sino una com-unión que va más allá del mero “nosotros”. No se trata tampoco de una fusión, si por “fusión” entendemos “disolución” de la propia identidad, sino que es la participación en la comunión trinitaria, en la que se da la unión de personas plenamente realizadas todas ellas. Como dice Henri Le Saux, “nunca alcanzaremos verdaderamente a Dios con un pensamiento objetivo, sino en el fondo mismo de la experiencia purificada del mi propio yo, que es participación del único Yo divino" aquel que me hace ser yo mismo. 

Otros amigos en la fe han dicho algo parecido, con menos palabras y más sugerencia:

Primero, yo hablo, Tú escuchas;
luego, Tú hablas, yo escucho;
más allá, no hablamos ninguno de los dos, los dos escuchamos;
al final, ninguno habla, ni escucha: sólo hay silencio.
[Anthony de Mello]

Dios es más íntimo que mi propio yo. 
[San Agustín]

Amar no es mirarse el uno al otro,
sino mirar juntos al horizonte
[Antoine de Saint Exupéry]